La Kakistocracia del Deportivo

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El término Kakistocracia proviene del griego y significa el peor gobierno.

Se suele utilizar en política para señalar una administración gubernamental conformada por los gestores más ineptos, incompetentes y menos calificados de cualquier institución o grupo social.

El Deportivo perdió en Castalia la posibilidad de ascender al futbol profesional y tendrá que volver a competir la próxima temporada (cuarta consecutiva) en 1.ª. RFEF.

Más allá de la mirada licita que cada deportivista pueda tener sobre los responsables, los motivos y las razones de este fracaso (incluyendo errores humanos que se suelen cometer porque estamos refiriéndonos a un juego que, además de componentes tácticos y estratégicos sobre como jugarlo, tiene un alto porcentaje de azar), la cuestión de fondo es que algunos, como quien esto escribe, creemos que lo sucedido es la consecuencia de una gestión nefasta por parte de los supuestos profesionales que dirigen el club. Y no me refiero solo a los directivos que están allí porque el propietario así lo quiso, sino también a los que mandan en la parcela deportiva.

Desde que esta gente se comió con patatas el «paripé» del Racing de Santander con el COVID de sus jugadores, vengo diciendo que son aficionados manejando las riendas de una entidad deportiva de alto nivel, como es el Real Club Deportivo. Sería tedioso enumerar aquí la cantidad de errores no forzados que cometieron desde los despachos por no saber qué hacer ante determinadas circunstancias. Siempre dije que el Dépor les queda grande y que les dieron a conducir un avión supersónico (en el que cada año se suben 25.000 pasajeros con el esfuerzo que para muchos significa abonar el billete). Lo peor es que temporada tras temporada lo estrellan a la orilla del mar y se van de «rositas». Quienes pilotan los miles de jets que vuelan alrededor del globo terráqueo son profesionales con muchas horas de vuelo. A ninguna compañía aérea se le ocurriría poner al mando de una nave a ciclistas o motociclistas.

Tras el partido ante el Castellón, el presidente del club, Antonio Couceiro, declaró: “Tomaremos decisiones muy pronto que satisfarán al deportivismo”. Con todo respeto y a pesar de la indignación y la amargura que tengo, creo que la única decisión saludable sería la dimisión de todo el Consejo de Administración y de todos los responsables de la Secretaria Técnica. Lo normal, ante la evidente incompetencia que poseen para llevar al club donde se merece, es que el dueño de la institución goce de la posibilidad de enmendar su error primario (el que tomó al elegir a los que nos llevaron otra vez a seguir en el sótano del futbol) y coloque profesionales con experiencia que sepan de qué va este negocio. Lo expresé varias veces y lo vuelvo a decir. Sobran en Galicia personas con demostrable capacidad para sacarnos del barro.

Por último y para no aburrir más, me referiré a lo estrictamente deportivo. Y al respecto diré que, desde principios de año, manifesté por activa y por pasiva (en tertulias radiofónicas y en artículos de opinión) que Óscar Cano no era el perfil de entrenador que necesitaba el equipo para ser campeón y ascender a Segunda División. Era evidente que el hombre (un ‘charlatán de feria’ con mayúsculas) no entendía a lo que debía jugar el Dépor. Nunca comprendió que ocupaba el banquillo de un campeón de Liga con títulos e historia centenaria. Por ello gestionaba como gestionaba el vestuario. A trancas y barrancas. Sin embargo, la mayor responsabilidad de su continuidad le corresponde a quienes lo trajeron y lo mantuvieron hasta el punto de no tener posibilidades de ascenso directo y cesarlo porque la afición lo pidió a gritos. Y lo hicieron, no porque estuviesen convencidos de que era lo correcto, sino para evitar que la rabia de los aficionados se dirigiera hacia el palco que ellos ocupan sin merecerlo.

En fin, a ver si a partir de ahora las cosas empiezan a cambiar. El deportivismo no merece esto que le está pasando.

PD. La única decisión acertada de esta directiva, aunque tarde, mal y a rastras, fue traer a Rubén de la Barrera. El coruñés logró dar vuelta todo y hacer lo que había que hacer en solo tres semanas. Nos devolvió la ilusión y le dio al equipo la identidad que siempre debió tener. Pero el futbol es cruel e injusto, y en ocasiones el destino riza el rizo a niveles insoportables.