Ya sea con acento gallego o texano, el racinguismo se aferra a esa máxima, al engrase, al ensamblaje y a dar tiempo al tiempo.
No obstante, hubo quienes ayer se fueron a casa con la sensación de haber presenciado un partidazo y una auténtica exhibición de fútbol por parte del equipo ferrolano. Es más, diría que este es el sentir mayoritario en los foros. Y yo que lo celebro y envidio a partes iguales. Aquellos que luchan contra el pesimismo crónico sabrán de lo que hablo.
Había muchas ganas de Racing y una gran entrada al estadio, aunque volvimos a asistir a un fenómeno recurrente: a pesar de colgar el cartel de “no hay billetes”, siempre se ven un gran número de asientos vacíos. Este año se podrá ceder el asiento, así que no hay excusa.
En cuanto al partido, yo diría que fue un encuentro abierto, con un inicio claramente local que poco a poco fue adquiriendo tintes costasoleños, especialmente en los minutos “psicológicos”, a saber, los últimos cinco de la primera parte y los primeros cinco de la segunda. Este año somos temibles a balón parado, lo cual es una gran noticia. Salimos mucho mejor que nuestro rival, con un Perea exuberante y muy prometedor, un Puric que por momentos fue imperial, y un Naldo que organizó muy bien la línea defensiva, la cual en ciertos momentos se posicionó casi en medio campo.
Como era de esperar, esto no iba a ser fácil y si no que pregunten en Cádiz. La enésima pérdida no forzada en medio campo, en un mal giro tras una acción relativamente fácil de solventar al primer toque, espoleó a un Málaga que nos vio las costuras y lo aprovechó al máximo. Cuando vimos a Kevin Medina perfilarse con insultante facilidad, algunos tuvimos un deja vu que nos transportó al partido frente al Oviedo del año pasado. Ante semejante disparo, poco o nada pudo hacer Jesús Ruiz, más allá de recoger el balón de las redes resignado.
Se generó cierta incertidumbre y los centrales no parecían encontrar a ese jugador que se ofreciera para iniciar jugada, obligándolos a jugar en largo, incluso antes de la entrada de Jauregi. Señé se vació, y considero imprescindible rodearlo de jugadores que entiendan la posición que ocupan, que sepan darle el balón en superioridad sin obligarlo a romper líneas regateando cerca de su área e iniciando las jugadas presionado y en dificultad. Me duele el alma al ver semejante talento peleándose con el delantero rival, de espaldas y a sesenta metros del objetivo.
El Málaga generó superioridad en bandas por momentos, y vimos a Buñuel y Brais, que a mi juicio hicieron un buen partido, en serias dificultades. Imagino que más de uno recordó a cierto zaragozano. ¡Qué importantes son las ayudas!
En cuanto a lo positivo, supimos sufrir, no bajar los brazos y sobreponernos, que no es poco. Creo que echamos de menos ver más a Álvaro Sanz, en quien hay depositadas muchas esperanzas. Pero como decía, es una pena ver cómo las pretemporadas a medias y el mercado afectan negativamente al deporte en favor del negocio.
Con la entrada de Jauregi pudimos atisbar a un ‘nueve’ que se posiciona dónde debe hacerlo un delantero centro, que no rehúye el choque con el rival, caza balones rechazados, y pelea con hambre. Poco más se le puede exigir; sobresaliente debut. Algunos incluso imaginamos una dupla con Álvaro, no necesariamente ante la necesidad de remontar un resultado adverso. Creo que podrían complementarse llegado el caso.
Faltan por llegar tres jugadores, como confirmó el míster en la rueda de prensa previa al partido. ¿Serán tres titulares? ¿Está el extremo derecho cubierto con garantías? Espero y confío en que sí.
La semana que viene volvemos, y yo, desde aquí, espero que tengan razón aquellos que confían en que las sesiones de entrenamiento irán mejorando las prestaciones. No veo motivos para no creer en ello. Y que si se cuelga el cartel de “no hay billetes”, no se vean tantos asientos vacíos. Ir al Racing mola, y quien no pueda asistir que piense que el equipo nos necesita ahora más que nunca, y cuando se pueda, que ceda su asiento.