Hay personas ante las que es fácil sentirse cómodo. Existen miradas que transmiten ternura, cercanía, simpatía, gracia. Y otras que provocan justo lo contrario. Hay gente sencilla y gente complicada.
Todos tenemos un ego. Algunos lo cultivan con equilibrio; otros lo esconden, lo minimizan, lo sobredimensionan o lo dejan desbordarse. Y luego están quienes parecen haberlo abandonado. O, mejor aún, quienes logran que su ego se alimente de sonrisas ajenas, del cariño de los de siempre y, sobre todo, de normalidad.
Tengo la edad de Álex López. Recuerdo haberle abordado una noche. Era un jugador de Primera División, pero hizo que no me diera cuenta. Y me fui con la sensación de que, en aquella charla, el importante era yo.
Hay personas a las que, de verdad, les importa cómo se siente su interlocutor. Y eso no se finge. Se tiene o no se tiene. Todavía quedan hombres que se visten por los pies. El año pasado, Vadillo nos dio una lección al renunciar a lo que le quedaba de ficha, asumiendo su situación y evitando perjudicar al Racing.
Hoy, Álex López, que seguro sabe valorar los detalles y que ha soñado tantas veces con una ovación de despedida en su campo, ha antepuesto su club y su ciudad a sus propios sentimientos. O, mejor dicho, una vez más, el sentimiento colectivo ha vencido al individual. El grupo al jugador. El capitán al futbolista. El ferrolano a Alejandro.
No tengo dudas de que su ego, por pequeño que sea, prefiere que le recuerden como una buena persona antes que como un gran futbolista. Y lo ha sido. Hoy nos hemos emocionado al vernos reflejados en un chico de nuestra ciudad que se fue para triunfar, como tantos, y eligió volver para vivir y luchar por lo que realmente le emociona: Ferrol.
Que el futuro te traiga lo mejor. Y quién sabe, quizá hoy hemos asistido al primer paso del futuro presidente de la entidad. Por preparación, inteligencia, carisma y corazón, no será.
Hoy perdemos un capitán, y ganamos un dirigente.
Gracias por todo, racinguista.